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La necesidad de una educación financiera en los adolescentes


En estos últimos meses se está hablando mucho sobre la necesidad de educación financiera, gracias en parte a la última campaña ¡Para, piensa, actúa! de la Comisión Europea, que pretende mejorar la información de los consumidores sobre sus derechos a la hora de enfrentarse a los créditos.
La situación que ha vivido nuestro país los últimos años en relación a comportamientos poco éticos del sector bancario con los consumidores han evidenciado como poco dos cosas. La primera es que, cuando los bancos y otras entidades financieras te venden un producto, puede que no te estén explicando absolutamente todo lo que necesitas saber para no salir mal parado. Y la segunda es que, de forma general, nuestra sociedad tiene muy poca cultura ya no solo financiera, sino económica. Pero los datos demuestran algo más terrible aún: tampoco se tiene el conocimiento mínimo o suficiente para afrontar correctamente las decisiones económicas del día a día o aquellas decisiones sobre adquisición de nuevos productos financieros que, al alcance de cualquiera, pueden mejorar la vida económica de todos.
Esto podríamos justificarlo en que la estratificación social de nuestro país hasta la actualidad había complicado el acceso de cualquiera a este tipo de conocimientos financieros, conceptos habitualmente asociados a productos financieros de lujo reservados para los más pudientes. La paradoja es que, en la actualidad, los cambios impulsados por las nuevas tecnologías han dado acceso universal a cualquier tipo de información y servicio, desde cualquier sitio y en cualquier momento. Y, a pesar de ello, seguimos igual. Es cierto que a muchos, en concreto a nuestras personas mayores, explicarle ahora estos temas es difícil y posiblemente inútil. Pero cuando hemos analizado a nuestros jóvenes, nuestros futuros decisores económicos, los dueños de las nuevas tecnologías, nos hemos echado a temblar.
El estudio Adolescentes 2013, elaborado por la Cátedra Keepunto-UCM, lo deja bien claro. Nuestros adolescentes manejan anualmente 8.000 millones de euros sin tener nociones básicas sobre las herramientas financieras que les permitan gestionarlos adecuadamente. No comprenden el valor del dinero porque no se lo ganan, lo reciben de sus padres. De hecho, más del 80% de los jóvenes en España no tienen claro ni siquiera qué es una tarjeta de débito, e incluso aluden a la hipoteca como uno de los medios de pago que dicen conocer. La falta de recursos de nuestros mayores hizo que supieran gestionar lo poco que tenían para sobrevivir. En la actualidad, los padres facilitan al máximo la vida económica y financiera de sus hijos sin darse cuenta de que de esta forma solamente están financiando el comportamiento laxo e irresponsable de sus hijos, quienes solo tienen que pedir para recibir, sin que se les exija nada a cambio.
En este punto incido en la necesidad de iniciativas educativas que apuntaba al inicio, y sobre todo, para nuestros jóvenes. Pero más allá de formar a nuestros futuros decisores desde el punto de vista económico-financiero, es imprescindible que en las edades tempranas empiecen por aprender a consumir de forma responsable, a gestionar sus recursos y a conseguir los bienes y servicios que ansían a través de una cultura del esfuerzo.
A través de la gamificación, varias iniciativas permiten a los jóvenes conseguir dinero virtual y gestionarlo como si se tratara de una cuenta bancaria, pero en un entorno de simulación seguro que les permite adquirir bienes y servicios de forma responsable. De esta manera, nuestros adolescentes adquieren casi sin querer los hábitos y conocimientos necesarios para aprender a vivir en un ambiente de esfuerzo, de gestión responsable de sus activos y de sus bienes y servicios.
La cultura del esfuerzo preparará a los jóvenes para su vida financiera adulta, y debe ser inculcada por los padres, las instituciones educativas y el conjunto de la sociedad en general. El adolescente de hoy es el decisor de mañana, las personas que en pocos años se convertirán en el motor de la sociedad. Todo lo que están asimilando en la actualidad les va a afectar para que se conviertan o no en buenos decisores, y eso nos afectará de una manera u otra a todos, afectará a la sociedad en su conjunto en no más de dos décadas. /Fuente: Cinco Diás

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